La memoria tiene esas cosas. Un día, inopinadamente, se cuela en tu recuerdo una imagen, un nombre o una persona, sin ninguna secuencia de hechos lógica previa que justifique esa evocación. Mi último aparecido en ese desván ha sido Pepe Carrol.

Si tienes cierta edad, tienes que recordarlo: Fue aquel mago que reinó en la España catódica de los primeros noventa, en pleno desembarco de las privadas. Una verdadera terra incognita que Antena 3 y Telecinco se lanzaron a explorar y poblar con nuevos formatos. Mi evocación de el va acompañada, es inevitable, de la de aquel contexto: Echando la vista atrás uno tiene la impresión de que aquella España era sociológicamente de Antena 3. Mientras que uno carece de recuerdos de aquel Telecinco primitivo, acuden a mi memoria espacios como Lo que necesitas es amor o Sorpresa sorpresa, por no hablar de su apuesta en series, que fueron dos pelotazos generacionales de importación: Cosas de casa y el Principe de Bel-Air. Qué demonios, quizás mi primer crush platónico fue Minerva Piquero, iniciando de paso una fascinación por las chicas -del tiempo o no- con flequillo que no parece haberme abandonado.

Al empezar de cero, había que crear un star system de la cadena y, visto con perspectiva se detecta un cierto patrón: Uno tiene el recuerdo de Concha Velasco, Jesus Puente, Hermida o Carrascal dando un telediario a las tantas con editorial a la americana y corbatas psicodélicas ¿Era esa apuesta por figurones de los sesenta/setenta una manera de congraciarse con un público conservador? No lo sé, divago. Pero fue en ese contexto de poblar de caras (nuevas o no) las emisiones que decidieron apostar por un mago como presentador.

Mi primer recuerdo de Pepe Carrol habría que datarlo en un verano de los primeros noventa, aquel de la sequía, cuando en los baños se ponían pegatinas de que había que ahorrar agua y hubo quien planteó evacuar toda la ciudad de Sevilla. En ese contexto Carrol tenía la misión de presentar el típico programa de relleno veraniego, Genio y Figura. Lo que los directivos no habían calculado es que en aquel espacio iba a tener lugar el debut en gran formato de Chiquito de la Calzada.

Vamos a plantearlo así: Si alguien entre los treintaytantos y los cuarentaymuchos te dice que recuerda el 94 como el año de la muerte de Kurt Cobain, te está mintiendo. No tengo edad para haber vivido la beatlemania, pero no tuvo que ser algo muy distinto a lo que sucedió aquel verano: Imitadores por doquier, todo el mundo hablando de el, discos de remixes, merchandising (¡Los Chiquitazos!) Pero, me temo, vuelvo a divagar.

Volviendo a ver algunos vídeos de Pepe Carrol, me he vuelto a maravillar de su grandeza como mago. Rutinas sin grandes artificios en un tapete rodeado de audiencias embelesadas ante su destreza con naipes, dados y cubiletes; números de escapismo, trucos con aros y pañuelos. Pero, sobre todo, he vuelto a conectar con aquella impresión que, en abstracto, producía al niño que fui. Ahora soy capaz de codificarla en conceptos concretos: Carisma, frescura, encanto, seguridad. Triunfo.

Había algo como de show business americano en aquel tipo alto y bien parecido, siempre sonriente, con americana remangada, tejanos y chalequillos de purpurina. La absoluta seguridad con la que se conducía, su simpatía arrolladora, la manera en que medio bromeaba medio flirteaba con las chicas.

Quienes lo trataron con profusión parecen coincidir en dos adjetivos a la hora de definirlo: Entrañable y tímido. Y como todo buen tímido con capacidad de observación sabe (sabemos) no hay mejor antídoto contra la timidez que proyectarse en un alter ego, una personalidad alternativa con la que poder expresar todo el potencial. David Jones lo hizo con Bowie, José Franco atravesando el espejo para apropiarse del nombre del autor de Alicia en el País de las Maravillas.

Pepe Carrol murió la noche de Reyes de 2004. Su pérdida encerraba una doble tristeza: La lógica de despedir a alguien que de alguna manera nos había hecho felices, sí, pero también la constatación de que había desaparecido de nuestras vidas incluso antes: Su momento álgido había tenido lugar una decada atrás, pero parecía que había pasado incluso más tiempo. La televisión, como cualquier otro medio de expresión, obedece a las mecánicas de acción-reacción: La propuesta eminentemente familiar, blanca y algo conservadora de Antena 3 había sido desbancada por la telerrealidad y los late nights de Telecinco. La figura de Pepe Carrol en la España de Crónicas Marcianas, Gran Hermano y Hotel Glam era como una bruma lejana de un pasado distante.

Pero yo me he acordado de Pepe Carrol. Y he escrito todo esto.

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here