I remember every detail. The Germans wore gray, you wore blue.
¿Qué voy a decir yo que no se haya dicho ya de la que quizás sea la película que encierra todo el embrujo de eso que se da en llamar cine clásico? ¿Qué matices puede uno aportar a estas alturas del partido, ochenta (¡80!) años después? ¿Qué quizás es la cima del arte accidental, un guión que empezó con más hechuras de cinta propagandistica, escrito a trompicones según avanzaba el rodaje y devino en algo mágico? ¿Qué es inevitable sentir de manera casi física el latigazo de dolor que invade a Bogart cuando ve a Ilsa reaparecer en el Rick’s Cafe? ¿Que Rick/Bogart puede tener el guión más acorazado de la historia del cine (Me desprecias, ¿Verdad, Rick? / Si alguna vez pensara en ti, probablemente sí)? ¿Qué Ingrid Bergman ilumina la pantalla como si hubiese un millón de focos cada vez que aparece? ¿Qué el pasar de los años nos va haciendo cada vez menos Laszlo y cada vez más como el capitán Renault (Que escándalo,¡Aquí se juega!)?¿Que la grandeza de Casablanca, es la del juego, la de lo falso, montar una ciudad de Marruecos en un lot de la Warner y soñar entre decorados de cartón piedra, donde los aviones aterrizan a la vera del café de Rick?[¿Quién no le gustaría estar al menos una vez entre sus paredes, en ese ambiente entre exótico y noir de estraperlistas, agentes dobles y exiliados de media Europa?] ¿Que tiene el final más icónico del séptimo arte?
Sí, supongo que todo eso, y algunas cosas más, se podrían decir de Casablanca. Trazar líneas rojas en base a que gusten o no ciertos artefactos culturales es algo de no muy buen tono, sobre todo a ciertas edades, pero aquí.. ¡me permito una excepción!